El reto de la privacidad en las Smart Cities
La tecnología necesaria para convertir las ciudades en Smart Cities es real, la podemos utilizar en cualquier momento y, de hecho, se hace ya en grandes ciudades y en pequeñas poblaciones. Pero introducir inteligencia en las ciudades es un concepto demasiado amplio como para reducirlo a una simple definición.
Una ciudad inteligente no lo es porque todos sus servicios (por ejemplo, el agua, la electricidad o el gas) hayan sido transformados, porque tenga un sistema de alumbrado automatizado y ahorrador o porque gestione el tráfico de la manera más eficiente. Una ciudad inteligente lo es cuando utiliza la tecnología para hacer de ella un espacio más sostenible, usar de forma más eficiente los recursos y centrado en el ciudadano.
Una de las definiciones más interesantes de Smart City es esta:
Una «smart city» se define como un sistema complejo e interconectado que aplica las nuevas tecnologías para gestionar desde el correcto funcionamiento de los sistemas de transporte público y privado hasta el uso eficiente de los recursos energéticos o hídricos, pasando por los planos de protección civil, o aspectos socio-económicos, como la vitalidad de los espacios públicos y del tejido comercial, o la comunicación de incidencias https://www.bbva.com/es/las-smart-cities/a habitantes y visitantes.
En todo ello, la tecnología juega un papel fundamental. Sin ella, una ciudad jamás podrá ser considerada «inteligente». Es la tecnología la que hace posible disponer de todo tipo de nuevos sistemas que dan servicio a los ciudadanos, pero como sucede con toda innovación, existen numerosos retos y dificultades que superar. Uno de esos retos, quizás de los más importantes, es de la privacidad.
Los sistemas de reconocimiento facial, a debate
Sin duda, el reconocimiento facial es un tema sensible en cuanto a privacidad se refiere. En la actualidad, muchas noticias sobre el aprendizaje automático tratan el tema y lo relacionan, cuando se utiliza mal, con recortes en las libertades de las personas.
Para buena parte de la ciudadanía, la vigilancia con sistemas de reconocimiento facial es una amenaza a la privacidad por varios motivos, siendo el más importante el hecho de que se pierde el derecho a transitar libremente por las calles de la ciudad, de forma anónima. Sin embargo, el reconocimiento facial es muy interesante para diversos fines que contribuyen a mejorar la calidad de vida de las personas.
Algunas ciudades en Estados Unidos han prohibido tecnologías específicas como el software de reconocimiento facial por las dudas sobre su precisión, o preocupaciones como la recopilación silenciosa de datos sobre sus ciudadanos a través de videovigilancia. En algunos casos, se habla de «conspiraciones» o de «asociaciones opacas con agencias». La realidad, probablemente, no llega a estos extremos, pero el problema es real para las Smart Cities: si la población tiene serias dudas, todo el proyecto se puede tambalear.
Los problemas de privacidad y seguridad de los datos son más sensibles en unos casos que en otros. En general, lo que se entiende por Smart City es diferente para diferentes personas, pero el Big Data es intrínseco a estos proyectos. Es ahí cuando surgen los problemas (o las reticencias por parte de la población) sobre la privacidad.
Otras iniciativas, como los semáforos conectados e inteligentes, tienen un alto nivel de eficiencia y pocos problemas de privacidad. El rastreo de personas, el reconocimiento facial a la entrada de lugares públicos (pongamos por ejemplo un partido de fútbol, una exposición o un concierto, o en lugares privados como centros comerciales), provocan una reacción violenta en el sentido de que, como adelantamos, se vulnera el privilegio del anonimato de los espacios públicos.
La Smart City no es solo tecnología, sino buena comunicación
Las reticencias por parte de la población no se quedan, tan solo, en las tecnologías de reconocimiento facial. Se habla también del 5G, del advenimiento del coche autónomo… Toda nueva tecnología está en el punto de mira de un sector de la población y es necesaria una labor de divulgación constante, por parte de los organismos de gobierno para evitar cualquier tipo de confusión o idea equivocada.
El valor de un sistema de reconocimiento facial es importante para una Smart City si se asegura un nivel de privacidad adecuado. Es decir, utilizándolo tan solo para garantizar acceso a lugares determinados con el consentimiento expreso de la persona, sustituyendo así las tarjetas de identificación, por ejemplo.
Como sucede con cualquier tecnología, desde un servidor de Cloud Storage, un servicio de escritorio remoto, un sistema de acceso basado en reconocimiento facial o, sin ir más lejos, un smartphone conectado, el mal no está en la tecnología sino en el uso que se le quiera dar. Para protegernos, existen diferentes normativas de protección de datos, leyes que nos amparan, y el sentido común de los gobernantes y sus equipos.